“Se practica caminando en la oscuridad y se descubre la luz. La luz no es un premio que nos den al llegar a la meta. La luz estaba en nuestro interior desde siempre y es la que nos hace caminar; si no caminamos, no la descubriremos. El entrenamiento ascético descubre la manifestación de la luz mística. Esta luz mística hace posible el caminar ascético y confirma la escucha del Espíritu. Escuchamos la manifestación, confirmación y realización del Camino. Es la luz del Camino la que nos hace proseguir la marcha. Si practicas, al caminar por la oscuridad, se manifestará la luz y descubrirás la iluminación radical que te hace caminar. Esa luz te hará ver que es ella la que te hace caminar sin que te des cuenta y te confirma que estás siendo iluminado.
Pero el camino es largo y hay que pasar por tiempos largos de aridez, como cuando Teresa de Jesús contaba las baldosas, distraída en su meditación. Hay que acumular muchas horas de vuelo por la ruta de la noche oscura. La hermenéutica espiritual de la Palabra con que nos habla el Espíritu, requiere tiempos largos de andadura por el desierto de la práctica del ejercicio espiritual en oscuridad.
Trepamos sin acabar de llegar a la cumbre. Cansados del camino nos sentamos un momento y descubrimos la flor que brotó a la vera del camino. Se nos da la iluminación como don sin merecerlo; pero si no seguimos caminando, se ocultará su presencia. Al momento siguiente de la consolación vendrá la desolación, el engaño y extravío.
Y de nuevo me tendré que parar a respirar para poder escuchar y caminar. No soy yo quien camina. El Camino me hace caminar y escuchar. Cuando salgo del yo que cree ser el sujeto del escuchar y caminar, se manifiesta la realidad de la luz que me hace caminar y escuchar desde dentro de mí mismo. No soy yo quien medita, contempla y ora. El Espíritu lo hace en mí, me llama a caminar y me hace andar y escuchar. Desde la receptividad mística, que se deja llevar por el Espíritu surge la actividad ascética que responde caminando al unísono con el movimiento del Espíritu en mi espíritu.
Por eso, reitero, descubro que la Luz no está allí fuera o allá arriba, como si fuera un premio expuesto en una vitrina para otorgárselo al primero que llegue a la meta. La Luz no está ni fuera ni al final del camino, sino dentro del camino. La Luz de Vida es la presencia y manifestación del Camino a lo largo de todo el caminar. El tesoro de la iluminación lo tenemos dentro de casa».